Contador

VISITAS

Pensar en los jóvenes como el futuro de las sociedades es un lugar común desde el cual se comienza a invisibilizar su participación, aún de manera implícita. En el contexto nacional, especialistas en sociología política como John M. Ackerman emplean títulos como “El futuro de México está en manos de los jóvenes” para reconocer la importancia que tiene la incidencia de los jóvenes en los cursos de acción del gobierno. Opinan que “la enorme fuerza de la juventud tiene la oportunidad histórica de tener un impacto directo en las políticas públicas”. Sin embargo, esto no queda del todo claro cuando se observa la contraposición histórica dada entre los gobiernos, que tienden a buscar la estabilidad y la conservación del statu quo, y las juventudes, que por naturaleza apelan a la insubordinación y al cambio. Así, es importante cuestionar: ¿cuál es el papel de los jóvenes en la vida democrática?; es decir, ¿cuáles son las pautas y conductas específicas con las cuales contribuye el segmento de ciudadanos de menor edad al desarrollo de nuestra democracia?

Según Taguenca Belmonte, una de las dimensiones desde la cual se construye de manera regular el concepto de juventud es el espacio de lo institucional reproducido, donde los jóvenes pasan a constituir cohortes generacionales que se encuentran en proceso de educación para convertirse en adultos. Según este autor,

Los jóvenes son desde esta perspectiva, por tanto, potencia de lo que serán en el futuro. De esta forma se niega su presente de joven, sustituyendo el mismo por su futuro adulto en cuanto a posibilidad permitida por su formación actual, que es la justificación de la moratoria que la sociedad les da, por lo menos a parte de ellos, para que la reproduzcan en las distintas esferas del poder.

Img La participación de los jóvenes: Componente fundamental para la persistencia dinámica de la vida en democracia

La negación del presente de los jóvenes es un problema que también han detectado otros autores como Razeto Migliaro, quien observa que la gestión del presente recae en los adultos mientras que a los jóvenes se les vincula con la idea del futuro. Desde el punto de vista de este autor, esta visión impone restricciones a los jóvenes e impide su intervención en asuntos relevantes para la vida social contemporánea.

Es claro que la participación de los jóvenes tiene una importancia sustantiva para la persistencia de la vida en democracia. Esta afirmación no se basa sólo en la necesidad de contar con canales de relevo generacional que se encarguen de dar continuidad a las prácticas y valores del sistema democrático a futuro. Si bien estos canales constituyen una de las bases fundamentales para la supervivencia del sistema político, limitar la participación de los jóvenes a la mera transmisión de estos componentes sería propio de una concepción pasiva sobre las aportaciones que los grupos juveniles pueden generar en su entorno presente. Además, entender la participación de los jóvenes sólo a través del relevo generacional puede conducir a la inamovilidad de las formas tradicionales de participación, las cuales muestran una eficacia cada vez más baja para incentivar mayores niveles de implicación ciudadana y para captar las demandas de los diferentes grupos sociales dentro del espacio político.

Contrario a lo precedente, la mayor apuesta por la estabilidad de la vida en democracia radica en visualizar su proceso de persistencia de manera dinámica; es decir, susceptible a cambios políticos planteados por las necesidades emergentes. Es quizá en este punto donde la participación de los jóvenes adquiere su mayor importancia, ya que la actuación de los grupos juveniles como agentes de cambio tiene el potencial de actualizar los mecanismos para la implicación ciudadana y la captación de las demandas sociales, particularmente a través de las formas no tradicionales de hacer política. Para comprender cómo es que la participación política de los jóvenes puede incentivar la persistencia dinámica de la vida en democracia, es útil acercarse al enfoque que ofrece la teoría de sistemas. Desde esta perspectiva, el sistema político sostiene sus operaciones internas a partir del código gobierno-oposición. A diferencia de la idea clásica que omite la posibilidad de que existan valores antagónicos al statu quo, bajo la perspectiva sistémica, las relaciones políticas no se basan un vínculo de adhesión y concordancia entre gobernantes y gobernados, sino que reconocen la posibilidad de oposición, admitiendo a su vez la existencia de un otro en conflicto. Si bien esto abre camino a escenarios de inestabilidad, también fortalece la pluralidad e incentiva la capacidad de aprendizaje del sistema político para incorporar nuevas formas de expresión y participación —y, por lo tanto, su persistencia dinámica—.

Img
Img

Un ejemplo socorrido de cómo la participación de los jóvenes ha permitido la actualización y persistencia dinámica de la vida en democracia se puede encontrar en el movimiento #YoSoy132, ocurrido en 2012. Según Irmgard Emmelhainz, el mayor aporte de los jóvenes estudiantes que participaron en dicho movimiento de coyuntura electoral fue la búsqueda de nuevas formas de intervención en la realidad social a través de la acción política y la utilización de las tecnologías de la información y la comunicación, dando cuenta así de “la brecha que existe entre los procesos políticos reales y la injerencia que pueda tener la ciudadanía a través del esquema de participación que brinda el Estado neoliberal”. Otro ejemplo más reciente para ilustrar la persistencia dinámica de la vida en democracia se puede hallar en la acción política de las jóvenes dentro del movimiento para la despenalización del aborto en Argentina en agosto de 2018. En opinión de Luciana Peker, este movimiento tuvo como protagonistas a las mujeres menores de 18 años, quienes no sólo visibilizaron la demanda histórica de las mujeres por decidir sobre sus propios cuerpos. Asimismo, evidenciaron el estado de crisis en el cual se encuentra la representación política generacional en aquel país, ya que la cámara de senadores que rechazó la propuesta de legalización tenía una edad promedio de 57 años —lo cual se explica porque ninguna ciudadana o ciudadano argentino menor de 30 años puede ocupar cargos de senaduría—.

A pesar de la importancia que puede tener la participación de los jóvenes para la persistencia de la vida en democracia, es necesario que sus formas de movilización cristalicen en proyectos de visión a largo plazo que garanticen la incidencia de sus demandas y opiniones. Esta es una cuestión que cobra especial interés si se toma en cuenta que el programa de políticas públicas en materia de jóvenes de la nueva administración del poder Ejecutivo en México plantea, entre sus principales objetivos, el de “acelerar la preparación de una reserva de jóvenes para las actividades productivas, en previsión de un mayor crecimiento económico en el futuro próximo”. Con esto, se continúa apelando a los jóvenes como cohortes generacionales en un proceso de educativo hacia la adultez, en lugar de verlos como actores que legítimamente pueden plantear necesidades sociales y realizar aportaciones al sistema político sin que necesariamente se incorporen ceñidamente en dicho sistema productivo.

A fin de cuentas, es muy importante comprender que la estabilidad de la vida en la democracia no depende de que el estado de las cosas permanezca intacto. Se necesita de la reinvención constante de las formas de participación que han perdido su capacidad para incentivar la implicación ciudadana y la inclusión de los distintos intereses sociales. En tal sentido, al reconocer a las juventudes como agentes de cambio su propia vida y de su entorno presente, se construyen los medios para propiciar e incorporar sus formas de participación en el espacio político, así como para la persistencia y el fortalecimiento de la vida en democracia.

icon

La participación política de los jóvenes parte de una mayor conciencia de la sociedad actual sobre el derecho de la infancia y la juventud a ser escuchados.